"Todo el mundo
tiene su verdad, solamente que ligada a la de los demás" (Mounier).
Perdone el lector si, antes de abordar el tema de la verdad
en las campañas políticas me detengo un poco en consideraciones de
epistemología. Definir la verdad (según la tradición de la Philosphia perennis) como “adecuación entre la realidad y el
intelecto” da lugar a diversas consideraciones:
Primera: una afirmación o “proposición” (sujeto y predicado)
es verdadera si es adecuada a la cosa real a la que se refiere (es decir a una
cosa y a una propiedad de la misma cosa). Por ejemplo: la afirmación “Pedro es
mortal” es verdadera si el atributo expresa una característica real, la de
poder (o deber) morir, de ese hombre llamado Pedro. Decir lo contrario es un
error y decirlo a sabiendas de que es un error, constituye una mentira.
Segunda: sin embargo, cada afirmación corresponde a
un estado complejo de la inteligencia, es decir al conjunto de presupuestos y razonamientos
al interior del cual se produce dicha afirmación. Decir que “Pedro es mortal”,
corresponde y “es adecuado” al conjunto de eventos de la realidad: es el
resultado de un conjunto de consideraciones sobre la realidad de este mundo
perecedero; sobre la finitud de la vida humana; sobre la composición ontológica
del espíritu o alma de Pedro que, a pesar de su carácter espiritual no es lo
bastante fuerte como para asegurar indefinidamente su sobrevivencia; sobre el
hecho de que las células del cuerpo de Pedro tengan un envejecimiento
programado por sus mismos cromosomas (ver telómero),
etc. etc. Ahora bien, en esta segunda perspectiva, la verdad de una afirmación
no depende exclusivamente de su “adecuación inmediata” a una realidad (como si
tuviéramos el control exhaustivo de dicha realidad), sino del conjunto de las
otras afirmaciones de las cuales sin embargo, creo, nadie tiene el control
total. Por ello, cada quien tendrá seguramente su verdad pero esta va ligada,
necesariamente a la de los demás: en el caso de la finitud de Pedro a la verdad
de los filósofos, estoicos o existencialistas, a la de los biólogos celulares, a
la de lo sociólogos estadísticos, etc. etc. En todo caso, espero quede claro
que la verdad de una afirmación depende no sólo de consideraciones del lugar y
la hora en la cual se da un hecho, sino además tanto del conjunto de
circunstancias en el cual el hecho se produce como del contexto interpretativo
en la cual dicha afirmación se presenta.
Tercera: la verdad en política es una verdad práctica, es decir que la afirmación
que se propone depende, para su construcción, no sólo sobre el estado
específico de dicha afirmación (por ejemplo, si se cumplió o no una promesa específica
de campaña, si se terminó la construcción del puente vial o no) y de su
inserción en el conjunto de hechos actuales, sino que se debe ver esto en la
perspectiva, más general, de saber si la argumentación de “lo ya hecho” se
acuerda con, y es adecuada a, la propuesta que se está haciendo de construcción
del país y del bien común. Por ello me parece ingenuo y hasta ridículo,
discutir bizantinamente sobre si cada una de las mil y una promesas de la
pasada campaña se cumplieron (o si las de la presente campaña se van a cumplir
una por una). Más interesante sería saber qué idea, qué programa de país traen
los candidatos políticos.
En este sentido, el hecho de que cada quien proponga su
verdad y vea una parte o más bien subraye la parte que ve de preferencia sobre otras,
no nos debe hacer olvidar que la verdad tiene que corresponder a un conjunto de
hechos y de prospectivas de acción que
tienen que tomar en cuenta a los demás actores políticos.
Concluyendo estas consideraciones podemos decir que la verdad
en política tiene que contemplar los hechos, y la articulación de los hechos,
junto con las propuestas de políticas públicas y la articulación de las mismas.
Así, para lo primero, si se habla de promesas de campaña
hechas en una entidad federativa y que, para el cumplimiento de ellas se contó
con el apoyo del gobierno federal (por ejemplo la construcción de vialidades
como carreteras y puentes), la verdad consiste en decir que se cumplieron gracias
al compromiso de los gobernadores y al
apoyo del gobierno de la República. Decir otra cosa sería mentira.
Para lo segundo, uno se pregunta cómo se puede considerar seria
una propuesta de gobierno si no se toma en consideración la factibilidad de la
misma en un contexto de diferenciación de fuerzas y propuestas políticas (diferenciación
que por fortuna se ha dado en México, después de los setenta años de
totalitarismo corporativista). Para que dicha diferenciación no se transforme
en dispersión, es necesario que los políticos tengan una visión de “bien común”,
por realizar precisamente en común con los demás actores políticos.
Sobre esto último cabe considerar que nadie en este país puede
llevar a cabo (“cumplir”) su programa de país sin el apoyo de las otras fuerzas,
pues precisamente, cada quien tiene su verdad, pero ligada a la de los demás. Y
como se trata de una verdad práctica, sería bueno que los candidatos hablaran
claramente sobre si piensan gobernar solos o si no consideran mejor gobernar con
los otros actores políticos: si lo piensan hacer en coalición* o si, al menos, con "agendas de acuerdos políticos" y no, como desgraciadamente
se vio en estos últimos meses, de “desacuerdos programados” en vista de sacarle
raja a las próximas elecciones.
* NOTA: ver mi blog “A
propósito de coaliciones”, del martes 11 de octubre de 2011.
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