miércoles, 12 de octubre de 2011

Reelección y separación de poderes

Se está discutiendo mucho si la reforma política en México debe contemplar la posible reelección de legisladores. Incluso se dan estadísticas de diputados y senadores, que una y otra vez “regresan” a las cámaras, después de los tres o seis años de asueto durante los cuales, imagino, se van a disfrutar de lo que lograron en su “año de Hidalgo”.

Pero creo que no está bien puesto el problema de decir sí o no a la reelección inmediata de diputados y senadores.

El fondo del problema de la reelección o no reelección de legisladores estriba en la falta de una efectiva separación de los poderes del Estado. 

No cambiará nada mientras los diputados puedan utilizar su poder para torcerle la mano a los ejecutivos (municipales, locales o federales) y obligarlos a atender de manera PRIvilegiada (es decir de manera PRIvada y no según las normas de derecho público) las necesidades de sólo una parte de los ciudadanos (y no de todos).

Y da lo mismo si el diputado que sigue es otro o es el mismo de antes, pues en realidad el diputado de turno determinará el voto sucesivo de sus representados en favor del candidato de su partido o de su tribu o, PEOR, de sí mismo para continuar a lucrar con las necesidades de sus representados.  Si no hay verdadera separación de poderes, NO cambiará nada.

¿O a poco de veras creen que los ciudadanos se van a estar preguntando si el legislador de su distrito hizo bien su chamba legislativa? No, mientras los legisladores tengan el poder de chantajear a los ejecutivos, mientras persista esta confusión de poderes, los ciudadanos seguirán sujetos a las seducciones de sus diputados quienes les prometen acceso a reivindicaciones y PRIvilegios. Y votarán por quien les garantice más PRIvilegios.

El tema actual de las "tarjetas de campaña" lo muestra de manera lampante: todas las tarjetas que se reparten en las campañas dicen algo así como "esta tarjeta es válida para ti, ciudadano, que me apoyaste en mi elección; con ella vas a tener PRIvilegios". Me gustaría, en cambio, ver una tarjeta en la cual el candidato prometa que lo que los ciudadanos van a obtener votando por él es: seguridad para TODOS, justicia social y equidad para TODOS, transparencia y sana gestión de la cosa pública para TODOS, Estado de derecho para TODOS, etc.

No quiero decir con esto que los diputados no hagan bien en hacerse portavoz de las reivindicaciones de sus representados, pero tendrían que volver siempre a su rol, que es el de legislar en favor de TODOS los ciudadanos y de hacer que esas leyes se respeten y valgan para TODOS. Y que se deje la gestión de reivindicaciones particulares a otras figuras como el Ombudsman o las Comisiones de Derechos Humanos. Cada quien su chamba, ¿no? 

Ya de paso. Se dice que quienes gobiernan son los partidos: y efectivamente es así, quienes van a las cámaras no son los que el pueblo elige, sino quienes son elegidos por las cúpulas, tanto para las candidaturas a elección popular como para las diputaciones "plurinominales". Incluso en partidos en donde la elección de candidatos se hacía tradicionalmente por la base, ahora se están haciendo "por designación" desde las cúpulas; o, como en el caso de "Juanito", por el caudillo de turno.

martes, 11 de octubre de 2011

A propósito de coaliciones

El senador y ex–gobernador Beltrones habla de una “coalición nacional” en la cual el PRI sería el mayor representado; el también ex–gobernador Moreira, y ahora presidente del PRI, dice que su partido no necesita de una coalición para gobernar (aunque ya la están haciendo con los “niños verdes”). Lo que el PRI teme, en verdad, es una eventual coalición entre el PAN y la izquierda pues ello le cerraría el camino que él mismo se trazó para volver a Los Pinos. Por eso, frente a una propuesta clara de coalición democrática, el PRI echa humo y confunde los términos.
Hay que decir que los primeros que hablaron de coalición fueron el PAN y el PRD para las candidaturas a algunos gobiernos estatales, candidaturas conjuntas y opuestas al PRI. Felipe Calderón ventiló también una eventual candidatura de coalición, incluso con algún candidato externo al PAN, para las elecciones presidenciales del año próximo y evitar así que el PRI vuelva al gobierno federal (aunque en realidad no es que el PRI haya abandonado el poder federal: todavía quedan muchos altos funcionarios de las generaciones de Salinas y Cedillo en puestos claves). Pero no se trata sólo de “atajarle” el camino al PRI: se trata de crear un gobierno que, con fuerza en todas las regiones de la República (lo que le falta al PRD) y con base en todos los estratos de la población (en lo que el PAN es carente), quiera enfrentar los problemas políticos y sociales que siguen siendo la asignatura pendiente en nuestro país. Ya que en México, cualquier política pública tiene que ser una política “social”; incluso las políticas de seguridad contra el crimen organizado: si no tienen mordiente en la situación social, están destinadas al fracaso.
Por ello es importante evitar que regresen al gobierno federal los que propiciaron ese crecimiento, que fue exponencial, del crimen organizado, de la corrupción política (y no sólo moral), de las grandes desigualdades y del deterioro ambiental.
Por ello la importancia de una candidatura conjunta o de coalición. La cual no sería una coalición "de todos los partidos", sino sólo de quienes no quieren que 70 años de opresión se repitan y que desean recuperar el proceso de democratización que la actual coyuntura política ha frenado.
Concretamente: ¿qué podría ser una coalición que quiera conservar o recuperar lo que se logró en el proceso de democratización de los años 90 y 2000? Tendría que ser una coalición capaz de conjugar la doctrina y principios sociales con programas concretos de mejora y equidad para las clases no favorecidas. La izquierda tiene programas sociales, incluso con objetivos educativos de respeto de las diferencias religiosas. El PAN tiene principios y programas que, a veces, se han traducido en plataformas de marcado carácter social. Una coalición es posible sólo si, con respeto unos de otros, sumamos ambas competencias. Pero para ello se tendrían que conjugar varias cosas: un decidido regreso del PAN a sus fuentes de inspiración en la doctrina y los principios, lo que significaría el abandono de políticas de “marketing” electoral; mientras que la izquierda tendría que preguntarse honestamente si todas su propuestas corresponden al sentir del pueblo mexicano, y si no es así, ¡pues a cambiarlas!
¿Candidatura de coalición? Solo con reglas claras y consensadas sobre los objetivos de una plataforma social incisiva y respetuosa de nuestras sensibilidades y sobre las modalidades en la atribución de las responsabilidades de gobierno. ¿Utopía?  Quizás. Pero en todo caso:
¡Coalición sí, confusión no!