domingo, 27 de marzo de 2011

La poesía religiosa de don Alejandro Avilés Insunza

Un amigo, redactor de una revista, me pide un artículo sulla poesía mística religiosa de mi padre.
Pues bien, no creo que la poesía de don Alejandro Avilés Insunza sea poesía religiosa en sentido estricto; al menos no lo es en el sentido técnico, definido por don Gabriel Méndez Plancarte, de “ahincada contemplación de lo divino y ultraterreno o de sagrada ‘obsesión de Dios'.”
Sin embargo, mi padre siempre puso grande atención a la poesía religiosa. Basta considerar su edición de la Obra Poética del Padre Francisco Alday, o la selección de poemas religiosos mexicanos que hizo para la antología fonográfica de la UNAM. 
De hecho, se puede notar una cierta presencia del tema explícitamente religioso en su obra poética: aunque sólo sea en determinadas circunstancias y en el modo optativo de la petición o de la súplica. Pero las raras veces en que aparece, el tema religioso es más bien un punto de llegada; como dice en un cierto verso a la Virgen, “no de tan lejos vengo; sólo que he caminado dando vueltas”.
De manera más general, podemos notar que su poesía casi no trata de imágenes ni de metáforas religiosas. Y eso tiene sus ventajas, pues el lector se ahorra el oropel de las estampitas y de los iconos, para, a cambio, encontrar la profundidad religiosa y la trascendencia en las imágenes de las cosas cotidianas, que constituyen la materia prima de la poesía de don Alejandro Avilés Insunza: el viento, el agua, la luz....
Se descubre que la religión en él, más que materia, fue una actitud, y que su poesía nos renvía continuamente al misterio de la vida.
La obra poética de mi padre nos invita a escuchar con atención la poesía de la vida. Si nos sintonizamos con ella, podremos oir, en las imágenes y en las metáforas pero más allá de ellas, un certero murmullo de lo trascendente.

viernes, 18 de marzo de 2011

Peña Nieto se "deslinda" de delitos electorales

Peña Nieto se "deslinda" de lo operado por munícipes del PRI. Pero como Gobernador tiene que perseguirlos.

En la Antigüedad, a los tiranos les bastaba con insinuar que deseaban hacer alguna fechoría, como por ejemplo asesinar a un opositor, para que alguno de sus vasallos o lambiscones la ejecutara. Si alguien les reclamaba el delito, los tiranos "se deslindaban" e inculpaban a los "tontos" subordinados que habrían "malinterpretado" sus órdenes.

En un Estado de Derecho moderno, los gobernantes no son mandantes, sino "mandatarios", es decir, obedecen a los fines y objetivos del pueblo soberano que los eligió.

¿Cómo estamos con los gobernadores cuyos asistentes y partidarios cometen delitos electorales?

No basta "deslindarse": un gobernador tiene que perseguir y llevar delante de la justicia a quienes cometen fechorías. Para hacer ver que efectivamente el gobernador es imparcial en la contienda, Peña Nieto tendría que denunciar a quienes violan la ley electoral en su Estado y que, de paso, hacen quedar muy mal a su partido. ¿O no?

Pero, qué les parece: en el Estado de México los procuradores de justicia ya han quedado muy mal en otras ocasiones. Ver por ejemplo, el caso de la niña Paulette Gebara.

martes, 8 de marzo de 2011

"Rápido y furioso", el caso de las armas que se regalaron a la delincuencia


“Rápido y furioso” se llamaba la operación de “inteligencia” con la cual la policía de los Estados Unidos introdujo a México más de 2’000 armas de alto calibre que acabaron en manos de la delincuencia organizada.

Se quiere hacer pasar como una operación normal de "inteligencia" la que la policía norteamericana intentó metiendo a México miles de armas de alto calibre (entre ellas, armas exclusivas del ejército). El objetivo era el de seguir las huellas de las armas y detectar (“hacer caer en la trampa”) a los delincuentes del lado mexicano.
Pero algunos de éstos, más despiertos que los policías, hicieron que las armas cayeran en manos de la delincuencia organizada mexicana.

El maquiavelismo de “los buenos” pierde siempre contra la delincuencia organizada, porque ésta juega en su terreno y conoce mañas, trucos y ardides ligados al uso y el abuso de las armas que aquéllos ni se sueñan.

Eso me recuerda el consejo de mi abuela de nunca discutir con tontos, "porque para ello, me decía, hay que ponerse en su nivel", y una vez en el nivel de ellos, los tontos nos ganan pues ya que llevan años de práctica. Conclusión: ¡no nos pongamos al nivel de la policía norteamericana!

Ya en serio: si alguien sigue teniendo una vela prendida a Maquiavelo, que se acuerde que el fin nunca justifica los medios y que los resultados, tarde o temprano, son contrarios al fin que se decía querer.